viernes, 20 de julio de 2012

El Relámpago del Catatumbo



El Farol del Catatumbo
Orlando Escalona

Las noches no oscurecen en cielos surlaguenses. Sombras intermitentes colman sus espacios terrenales acompasadas de resplandeceres fulgurantes y silentes; retorcidas hebras radiantes dibujan senderos atómicos vinculantes de procesos electrostáticos en altas elevaciones atmosféricas; sus luces despedidas se fraguan en las profundidades de nubes asomadas con intermitencia natural. Son oscurantinas salpicadas de rayos y resplandores permanentes en las temporalidades de la noche. No se permiten noches colmadas de plena oscuridad en sus predios y poblaciones. Casi siempre, durante cada noche del año, el fenómeno ha deslumbrado con su enigmática belleza a sus pobladores. Así ha sido y será, hasta que cambien las condiciones que las originan. Ha sido así,  desde los primeros reportes escritos de aquellos viajeros de altas latitudes, pero, con seguridad esta fenomenología ha extendido recónditas raíces en tiempos inmemoriales. Es el relampaguear del Catatumbo, el Farol de Maracaibo. Relámpago primigenio desde los subsecuentes acomodos de la corteza terrestre que circunda la cuenca sur del Lago de Maracaibo.

Sus erráticas fulguraciones intermitentes incitan su contemplación en las profundidades de la cuenca lacustre desde tiempos inmemoriales; motivan al fabulador de historias a concertar tramas en el lindero de lo indescriptible y al hacedor de prosa a plasmar sus encantos, al escudriñador de secretos naturales a definir y modelar sus procesos; a enrumbar piraguas por nortes requeridos en noctámbulas estampas. En antaño fue compás de bergantines y timonel de corsarios enrumbado lago adentro; en hogaño aun cautiva su misterioso caudal luminiscente. Diversa literatura se ha acumulado sobre sus míticos orígenes y mucho esfuerzo especializado ha intentado modelar los procesos naturales que internalizan sus profundas nubosidades; aún los físicos más connotados se extravían entre sus intrincados secretos con aproximaciones de orden cero. Ciertamente que tierra, agua, sol y vientos conjugan el entramado que definen sus procederes.

Toda vez que sus fulguraciones resplandecen en el cielo, se hilan cuentos, mitos y leyendas en sus inmediaciones desde nuestros ancestros originarios. Etnias como la Barí las interpretan como bandadas de cocuyos que se reúnen en la zona para rendir tributo a sus entes creadores; los pueblos Yupas y Wayuu las asocian con los resplandores de las almas de sus difuntos.

Hoy en día sabemos que, este singular fenómeno meteorológico forma parte de un dúo (figura 1) de fogonazos intermitentes que se observa entre 180 y 260 noches al año desde las 9 pm hasta las 4 am, con epicentros localizados al suroeste del Lago de Maracaibo: uno muy cerca de la desembocadura del río Catatumbo sobre la Ciénaga de Juan Manuel y parte del mismo lago a 9,5o de latitud norte y 71,5o de longitud este, y otro cerca de la frontera con Colombia a 9de latitud y 73o de longitud, como reportan observaciones satelitales de los centros de rastreo de “flashes” sobre todo el planeta. El primero se localiza esparcido en un área de 226.000 Km2  con mínima actividad en enero y febrero y máxima en mayo y octubre; el segundo sobre un área más pequeña. En promedio, durante un año, sobre cada kilómetro cuadrado de superficie se producen 250 flashes y, en consecuencia se cataloga esta zona geográfica como la de mayor actividad luminiscente de este tipo en el mundo. Otro fenómeno parecido, por la frecuencia con que ocurren los destellos (~230), se encuentra ubicado sobre la cuenca del rio Congo en África (Burgesser R.,  Nicora M., Avila E., 2012).





Fig. 1 Ubicación geográfica de los dos relámpagos para los años 2009 y 2010. El color rojo corresponde a un número mayor de flashes. Adaptado del artículo de Burgesser R. et al. (2012). 

El primer reporte escrito de este fenómeno meteorológico se remonta a 1597, cuando Francis Drake lo menciona en “Relaciones de la Real Audiencia de Panamá”, material que a su vez le sirvió a Lope de Vega para escribir “La Dragontea” (Zabrotsky, 1991; citado por Rodríguez D. Alberto y Escamila V. Francisco). Para 1841, el italiano Giovanni Battista Agostino Codazzi Bartolotti (Agustín Codazzi), primer geógrafo de nuestro país,  es quién reseña su ubicación en la obra “Resumen de la Geografía de Venezuela”, cuando manifiesta que “A poco mas de legua de la boca del Zulia ó Escalante está la punta de Aguacaliente, y á su frente en el interior de la selva existe la ciénaga de este nombre ; parece que sus aguas tienen en efecto una temperatura muy alta. En los fuertes calores se ve constantemente en este lugar un relámpago sin explosión que suelen llamar los navegantes el farol de Maracaibo por estar en su meridiano y el de la barra.”  Codazzi no se conforma con solamente ubicarlo en la geografía nacional, también se atreve a dar una modesta explicación de la fenomenología que observa cuando expresa: “…parece que la materia eléctrica está concentrada en aquellos parajes, en los cuales se observa todas las noches un fenómeno luminoso que es como un relámpago que de tiempo en tiempo enciende el aire. Desde la mar se mira como si estuviese sobre islas de Toas que está casi en la barra del meridiano de Maracaibo : pasa sobre las bocas del Catatumbo y sirve de guía á los marinos. ¿Será acaso el desprendimiento del gas hidrógeno en las exhalaciones de los pantanos que ocupan un inmenso espacio cerca de las bocas del Catatumbo?”

Por su parte, el ingeniero Melchor Centeno Grau, realiza en 1911 las primeras observaciones sistemáticas del Relámpago y correlaciona su origen con los movimientos sísmicos ocurridos en la región andina, aunque sin ninguna fundamentación científica firme (Laffaille J.). Andrés Zavrotsky (1991) con su equipo de investigadores de la Universidad de Los Andes realiza entre 1967 y 1987 cuatro expediciones hacia tierras del sur del lago y concluye que el fenómeno es la manifestación de descargas eléctricas entre nubes cargadas y carga aculada en tierra. 



Fig.2 El recuadro delimita la región donde se ubican los epicentros del Relámpago del Catatumbo cerca de las Ciénagas de Juan Manuel al noreste del Lago de Maracaibo. Adaptación del Proyecto de Muñoz, A. y colaboradores (2010), disponible en: http://cmc.org.ve/portal/proyectos.php?proyecto=8 .

Nelson Falcón y colaboradores (2000, 2009) también inspeccionan los predios de la Ciénaga y corroboran la existencia de zonas de epicentros cerca de las lagunas Juan Manuel de Aguas Blancas y Aguas Negras, como se puede apreciar en la figura 2. Este equipo de investigadores propone la hipótesis, por vez primera, de que debido a características muy particulares de la región donde ocurren los relámpagos, “el gas metano debe jugar un rol importante en los procesos microfísicos” que dan lugar a su formación. Para sustentar sus afirmaciones, estos investigadores, desarrollaron el siguiente modelo semi cuantitativo. En la zona donde se produce el fenómeno, existen corrientes convectivas producto del calentamiento diurno y de la disminución de la temperatura con la altura (gradiente térmico). Además, es rica en metano (CH4); bien por la  descomposición de los detritus y humus de los humedales, o debido al escape del mismo a través de fisuras en el manto rocoso (rico en Kerógeno III) del interior de las ciénagas. El metano se desplaza a la mediana tropósfera (1,6 a 13 Km de altura) por las corrientes convectivas  ascendentes y lo distribuye en forma anómala en el interior de las nubes de tormentas tipo cumulonimbos que se forman. Al subir, el metano gaseoso se cristaliza por las bajas temperaturas imperantes en el interior de las nubes y, como posee una configuración de simetría tetraédrica, se auto polariza, produciéndose una redistribución asimétrica de sus cargas eléctricas (semejándose a minúsculos imanes) que pone de manifiesto sus propiedades piroeléctricas; cada cristal polarizado genera un campo eléctrico que contribuye con el incremento del campo eléctrico (no uniforme) total (alrededor de 4.000 voltios por metro) en el interior de la nube, muy superior al valor del campo eléctrico atmosférico (alrededor de 100 voltios por cada metro de altura). Un campo eléctrico de tal intensidad, interviene con efectividad en la redistribución de las cargas eléctricas, de forma tal que un sector de la nube adquiere carga positiva y otro, carga negativa; en consecuencia se establece una diferencia de potencial entre estos dos sectores y sí, su valor supera el potencial de ruptura del material de la nube, se produce la descarga eléctrica con la aparición del rayo. La intensa luz emitida por el rayo se difunde entre la nube y la ilumina, surgiendo el relámpago. Según los autores de este modelo, los relámpagos sólo se generan durante la noche porque, durante el día, la luz solar fotodisocia la molécula de metano y disminuye su concentración en la nube; deja sin explicación la sordez de los flashes.

Sin embargo, otros investigadores, como Ángel Viloria P. (2002) cuestiona la afirmación: “Las lagunas y pantanos inundados exhalan continuamente metano por descomposición de los detritus y humus…” de Falcón, por carecer de fundamentación científica experimental; por igual, Muñoz y Díaz (2011) sustentan que tal mecanismo microfísico no se podría mantener en el interior de las nubes debido a fuertes corrientes convectivas ascendentes y descendentes que rápidamente lograrían homogenizar la porción de metano gaseoso en la nube acuosa, lo que incide sobre la disminución en el valor de la constante dieléctrica del material de la nube y, en consecuencia, el campo eléctrico generado por el metano cristalizado, sería insuficiente para provocar la ruptura del dieléctrico (aire-metano), así como la producción de relámpagos con la tasa observada.  

Así que, a pesar del esfuerzo realizado por diversos investigadores, mediante la contrastación de sus observaciones in situ, las atrevidas y creativas hipótesis y los reflexivos análisis sustentados en el método científico, aún, hasta el presente, no se ha logrado desarrollar un modelo atmosférico apropiado que dé cuenta de tan variada gama de procesos naturales que se producen en el Farol del Catatumbo y que mantiene en expectativa a los pobladores surlaguenses, por su peculiar e inmensurable hermosura.

A continuación se muestra un video que trata el tema.




El poeta Alexis Fernández rinde homenaje al hecho natural con el siguiente poema de Bitácoras de Congo (2014).

Relámpago del Sur

Obra de Ender Cepeda (2014)



1

Destello mineral, milenario
y mítico,
llevas a cuesta la edad de los grandes temporales
y en tus orígenes se cuecen los ríos aluviales del sur
con las aguas claras y negras de una ciénaga de encantos.
¿Cuántos misterios palpan tus fuentes
ante la infinita suspicacia de tu fulgor?
¿Cuánto mar vertido
ante la centella
enmudecida de tu esplendor? 

2

Mineral tu resplandor cuando cubres los cielos
en un inusitado delta de grafitos y farolas.
Un collage de cristales de fuego y cuarzo iluminan
y desbordan los límites de ingeniosos espejos
cuando vanamente intentan retenerte.
Un lienzo de ocres dispersos,
llevados por mil centellas
y cien chubascos, 
se estremece intermitente a orillas de la memoria.

3

Milenario tus orígenes
que surten allí sus estaciones,
sus meteoritos que iluminan la noche lacustre, la ladera andina,
el amanecer fluvial
y los malecones del mundo que de puro olvido
restallan ante tu esplendor.

4

Mítico el destello que iluminó las noches de la cuenca
y sus hombres de agua, sus casas de agua, sus noches de torrentera y chubasco.
¿Comentaron los onotos de Toas a los quiriquires del sur
sobre el eterno resplendor?
¿Fue guía en el intercambio en la oscurana lacustre,
propició fogatas en las arenas,
esplendor ante el cardumen,
hizo luz en el manglar en el alba de los nacimientos? 
¿Qué impresión guardó
el burede en las orillas del río Concha,
el torondoy de las laderas andinas 
y el bobures del lago ante la llamarada que deslumbraba sus noches?
En el boscaje y la sabana iluminados por el relámpago los Bari, yukpa, añú, wayuu aún son convocados
por el destello ancestral , más allá de su silencio, más allá de su fuego. 
Nuestros pueblos originarios
alzaron sus ojos ante tu luz como fuente de vida,
el encanto rozó su fascinación,
el fulgor cautivó su hechizo.
Catatumbo, es desde su lengua de origen, tierra de huracanes,
tierra de chubascos y salitres. Tierra de luz permanente.
¡Llamarada!
Fuego sobre las aguas, fuego del cielo. Río de fuego. Rio en el cielo para los Bari. Expresión de la Madre Tierra, para los Yukpa. Sangre ancestral, venas de la tierra por la furia de Maleiwa, para los Wayuu.
Mítico tu fulgor escrito en bitácoras de fuego,
donde las conquistas disputaron sus dominios
bajo la linterna iluminada de tus noches.
Francis Drake y su mala sombra,
rindió tributo a tus destellos
al invocarte perdido ante Diego Suárez de Amaya,
otra ave de rapiña que merodeaba bajo el asombro del trópico.
Lope de Vega cuando armaba su catálogo al impostor,
invocó tu trascendencia, en su épica Dragontea, donde se afinaba el alcance de tu fulgor,
el poeta madrileño nombraba al asombro.
El inquieto naturalista Humboldt nos habla de esas singulares luces, esas llamas, esas fosforescencias que al parecer nacen en el río Catatumbo, cerca del río Zulia.
Anton Goering legó lienzos y acuarelas caldeados en tu fuego.
El marinero y cartógrafo Codazzi, describió su extrañeza ante el relámpago continuado.
José Prudencio Padilla honra tu luz con su gloria en la Batalla Naval del Lago al vencer a la escuadra española, en una crónica que aún no terminamos de contar.
El poeta Udon Pérez,
cantó con hidalguía,
para hacer de tu esplendor un himno,
en su tenacidad parnasiana lo escuchamos,
en tu noble misión, apostado en alguna esquina de su memorable como desvanecida ciudad,
"La luz con que el relámpago / tenaz del Catatumbo /
del nauta fija el rumbo / cual límpido farol”.
Y Checame, José del Carmen Guerrero,
morador y memoria de Congo,
trajina el punto cardinal de tu nacimiento,
sabe que eres errático y esquivo,
volátil y titilante,
él, te ha tenido entre sus manos,
en el punto exacto donde te abarca su mirada,
cuando lanza la red ante el cardumen,
cuando recoge el anzuelo con la zurda,
esplendido ante sus ojos,
donde revientas los cielos
y la mar
y persigues su sombra,
esa llamarada de más adentro,
alojada en su alma.


5


En un madero con mástil
que los abuelos llamaron piragua
recorríamos las distancias siderales cuando navegábamos los
ríos de la infancia.
Entonces esos relámpagos en acecho que son los ríos,
ardían bajo tu fuego
y seguían el curso de tu esplendor.
Los carros de hojalata que los abuelos llamaron trenes
crepitaban en sus rieles bajo tu ímpetu
y los maderos con mástiles y velas
que los abuelos llamaron piraguas
seguían la ruta que destilaba tu luz.
Entonces, el potro de nácar
que abrevaba en las nacientes
se tornaba dorado en su trote
y no sabíamos si las piraguas, los trenes
y el caballo de nácar regresarían alguna vez,
más allá de esa llamarada. 


6


Silente y continuo,
distante y perenne 
alumbras la ruta de navegantes
y pescadores,
te metes como río en acecho
en nuestra más antiguo credo,
convocas el misterio,
incendias el hechizo,
---eres una aldea en llamarada, un bosque de fuego,
una antorcha iluminando desvencijados pueblos de agua,
un croquis de agua y fuego que madruga nuestra memoria--- 
y despiertas al borde mismo de los sueños. 
Nos contienes y rebasas,
Nos imantas y colmas
Y sólo tiendes silentes destellos de luz ante los ríos
que se desvelan en tu fuego.
Un alfabeto en llamas intenta nombrarte,
no lo logra, más allá del asombro.


7

Ahora cuando las redes internautas
acercan el sin fin del mundo
y el planeta cabe en un adminiculo,
el relámpago silente está allí,
convocando el misterio,
diseñando insólitos
y esquivos croquis ante nuestra mirada.
Sutil, inaprensible, envía
señales, extraordinarias señales 
ante nuestras cada vez más incrédulas maneras
de percibir el mundo que ya cabe en un artefacto.
En su mutismo,
traza infinitos bosques de luz,
ante nuestros ojos
que siguen su esplendor no sin asombro…
ahora cuando en ese leño con mástil
(ahora con motor a dissel,
con no sé cuántos caballos de fuerza
y estación eléctrica)
nos acercamos al lugar de tu esplendor
ciénagas de Aguas Claras y Aguas Negras de Juan Manuel,
en tus canales iluminados,
en tus mareas arremolinadas,
creídos palpamos el origen, la infancia, el asombro.

8

¿Cuánto olvido acumulado registran tus bitácoras? 
¿Cuántas miserias acopian tus riberas que profesan
con esplendor su feracidad?
¿Cuánta luz inclinada sobre destartaladas chozas
donde tu destello aún alumbra el misterio, la esperanza, el amor
y también ese oficio de morir acostumbrado que es el olvido?
¿Cuánto omisión acumulada sobre ese fuego ancestral que magnífica la vida?
¿Cuántos himnos, decretos, plegarias, poemas, canciones, gaitas, gritos y tantos otros aires
faltan para no terminar de olvidarte?
Catatumbo, retumbas por dentro,
nuestro más antiguo sueño:
volver a encontrarnos en esa tierra de agua, sol y vientos
para no olvidar la semilla de tu encanto,
la semilla feraz de tu nacimiento . 


Bibliografía


·Laffaille J. “Don Melchor Centeno Grau”. Disponible en:     http://celeste.ciens.ula.ve/noticias/GRAU.HTM
·  Burgesser R.,  Nicora M., Avila E. (2012).  Characterization of the lightning activity of ‘‘Relámpago del Catatumbo’’, Journal of Atmospheric and Solar-Terrestrial Physics 77 (2012) 241–247
·  Falcón, M., W. Pitter, Á. G. Muñoz, T. Barros, A. Viloria, D. Nader, “Modelo Electroatmosférico del Relámpago sobre el Río Catatumbo” (2000), Sci. J. Exp. Faculty of Sc. (Ciencia), 8, 2,155-167.
·  Falcón N.  and Quintero A. (2010) “Pyroelectrical model for intracloud lightning”, CIENCIA 18(2), 115 – 126
Fernández, A., (2014).  Bitácoras de Congo
· Muñoz,  Á. G.  y  Díaz L., J. E. (2011). The Catatumbo Lightnings: A Review ”, XIV International Conference on Atmospheric Electricity, August 08-12, 2011, Rio de Janeiro, Brazil
·  Nelson Falcón N. y , Amilkar Quintero A. (2009). “Electrometeoros y aerosoles piroelectricos en tormentas tropicales, Revista Ingeniería UC, Vol. 16, Nro. 3, Dic. , 27-33
· Rivera, Heriberto (2011). Relámpago del Catatumbo: una mirada a lo nuestro. En: http://www.aporrea.org/actualidad/a130230.html
· Viloria P., A.  (2002).  "Episodios en la Naturaleza Limítrofe", p. 147-171, Universidad Católica Cecilio acosta